Archivo diario: noviembre 1, 2011

Deudas

Mis tres mejores amigas andan muy felices últimamente. Debe ser por eso de que «la felicidad es contagiosa», y sería científicamente probable si las tres estuviesen expuestas al mismo «environment». Pero no es así.
Casualmente, las tres se llaman Pandora. Y son completamente distintas, lo cual hace de ésta, una historia aún más increíble. Siendo así, las diferenciaré por la inicial del apellido.
Empezaré por orden de llegada, ya que las tres han caído en mi camino en momentos cruciales de desesperanza o pérdida del norte de mi brújula. Sólo así lograré que ninguna de mis «diablitas» se enferme de celos bobos.

I

Pandora P.
(alias «Flor de Plástico»)

(Nota del Escritor: Lo de «Flor de Plástico» no es más que por el escrito que me hiciste, y es una forma más de señalarte que eres tú, sin que los demás sepan… Como la P es por «pitirre»… No te lo tomes a mal, que todo es de cariño!)

A esta flaquita me la encontré de casualidad. Nos conocimos por obra del destino, pero nos acercamos a golpe de paciencia y entendimiento. Resulta que al principio no me caía muy bien. Se me hacía un poco-bastante!-inexplicable; como un acertijo que debía resolver, pero del cual me faltaban las pistas principales.
Pasó casi un año para volvernos a encontrar. ¡Y ahí todas las piezas del rompecabezas cayeron en su lugar!
Pandora P. no solo se convirtió en mi confidente, sino en casi una hermana de otra madre para mí. La vida se encargó de apalearnos a ambas, pero dicen que lo que no te mata, te hace más fuerte. Y eso mismo nos pasó a nosotras: los golpes nos unieron, nos regalaron la oportunidad de demostrar que «no matter what» estaríamos ahí, la una apoyada en la otra, fortaleciéndonos, como la pata que complementa a una mesa coja.
Pandora P.-como decía al principio-está feliz en estos días. Yo le debía desde hace rato, escribir un trocito de su felicidad sobre el papel. Pandora P. descubrió que el amor verdadero sí existe. Y no solo eso: también descubrió el brillo propio de las almas gemelas, en los ojos del hombre al que le entregó su corazón (y un espacio grabado con tinta sobre su muñeca izquiera) hace ya casi tres años (en la fecha mágica del IV-IV). Fuerzas y valentía le sobran para luchar por su felicidad. Estoy segura de que cuando lea esto, terminará sonriendo al comprender que todo esto me sale del alma, y que mi única excusa para escribir sólo un pedacito de nuestra larga historia, es que las palabras no alcanzan para hablar de alguien a quien se quiere tanto.

II

Pandora Libélula.
(alias «Mano Tiesa»)

(Nota del escritor: Mi niña , Libélula el exceso de esta letra detrás de tu bien adquirido nombre es por el pseudónimo que yo misma escogí. Espero que te identifiques con lo de «Mano Tiesa», que como ya debes sentir, es puro cariño regalado de broma.)

Pandora Libélula siempre pasaba a saludar. Desde que la vi la primera vez, me sentí como una mosquita revoloteando alrededor de un bombillo.
Ella, toda llena de luz, me regaló confianza y alegría. Sus atuendos coloridos y sus gustos de alma centenaria, me hicieron creer en otras vidas, otras galaxias, y hasta en todas las religiones a la vez.
Pandora Libélula  me regaló no solo su seguridad y los secretos de su pasado, sino que ha puesto sus dos manos para sostenerme (muchas veces, para pisarlas y ser capaz de impulsarme a brincar el muro que a veces yo misma construyo).
En estos días, «Mano tiesa»  se reencontró con su pasado. Dejó de darle de largo a su destino; y se sumergió en los ojos donde se ha ahogado millones de veces. Entrelazó sus manos en las manos perfectas de un hombre que aún la transporta a París y sus cafés bohemios cuando pinta; un hombre que cuando la busca, jamás la encuentra sola; un hombre tan alto, que debe doblarse para acomodar su cabeza en el cuello de mi amiga.
Sé que ella fue feliz en ese momento, y está feliz. Feliz de haber encarado su destino, de haber podido abrir su alma, como un espejo, para que el pintor pudiese luego colorear sus entrañas. Feliz, porque supo que él no cambiaría ni su nombre, ni su número de teléfono, para que ella algún día pudiese encontrarlo.
Pandora Libélula, si algún día (espero que MUY pronto… Casi que «ahorita») lees esto, sepas cuán importante eres en mi vida, cuánta paz y felicidad me has regalado. Cuánta verdad y equilibrio has logrado encerrar en un simple amanecer, para luego dármelo, como el más meaningful gift que una amiga le puede dar a otra. Te quiero… ¡Y me siguen faltando palabras para dejarlo escrito!

III

Pandora AdeM.
(alias «La Benjamina»)

(Nota del escritor: Querida amiga AdeM, ayer tuve la oportunidad de explicártelo todo. Gracias por tus lágrimas sinceras. Disfruté mucho las cosas que escribiste, aunque no tuve luego la oportunidad de agradecerte. Espero que sepas que creo lo mismo que tú: otras vidas, otros encuentros. Supongo que esta vez no será el último de los encuentros furtivos de las almas que habitan estos cuerpos… Como tampoco la lluvia de hace dos días será la última sobre tu tejado.)

Esto es un recuento de cómo alguien que es un completo desconocido en tu vida, puede convertirse en parte de tu mundo de la noche a la mañana.
A Pandora AdeM la conocí por esa manía mía de saludar hasta a la señora madre del tomate. Siempre que llegaba a su oficina, saludaba, y entablaba conversación, como quien empuja la cosa, con tal de no regresar a mi tedioso horario inmediatamente.
Ciertamente, Pandora AdeM me hacía sentir como que nos conocíamos de antes. No sé si fue la sabiduría con que me habló desde un principio, o las miles de cosas que teníamos (y tenemos) en común, que me hicieron sentir que ella debía de ser parte esencial de mi destino.
De esta amiga aprendí a superar mis más feroces miedos; que no existe mañana cuando se trata de amar; que la vida no se acaba, y que estaremos aquí hasta que nos desprendamos del karma que nos persigue desde tiempos ancestrales.
También aprendí a volar, a bañarme en aguaceros de amor, a pesar de los años y de la distancia, a remendarme las heridas con retazos de piel como candados con llaves que solo yo podré utilizar. Esta amiga me acercó aún más a personajes sabios, a genios embadurnados en endorfina que crearon universos mágicos donde nosotros, los seres humanos, luego pudiéramos caminar.
Ayer mi mariposa (o mejor dicho: ¡El ala de mi mariposa!) voló. Se ahogó en un huracán de lluvias sanadoras y mágicas. Bebió de unos labios que luego le regalaron un oxigeno diferente: tan real y letal a la vez como el amor mismo. Ella no supo explicarme con palabras. Yo, simplemente, entendí, como me pasó una vez, hace mucho tiempo, que a veces las palabras no alcanzan. Otras, éstas sobran.

Hoy, el ala de mariposa, Pandora AdeM, amaneció feliz. Y yo también lo soy, aunque mi historia aún no se escribe… Pero al menos, la estoy protagonizando.

 

© Leslie Urdanivia
Hialeah, 27 de Octubre, 2011

 

“Man Lebt Nur Einmal”

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Mortal irresistible

De lejos

I

Revoloteas en mi pecho y a mil leguas de mi ángel.

Te atraigo con hilos dulces, mientras doy 10 vueltas en la cama sin poder dormir.

Deseo verte pronto, mortal irresistible.

 

Siempre me despides con la prisa de un beso

y regresas sentado en una nube azul.

 

Días van.

Días vienen.

 

Días te traen.

Días te llevan.

 

Días te espero.

Días me voy.

 

No soy menos que una novia oscura, alumbrada por contados rayos de Sol.

Mi castigo por adorar a la Luna.

No eres más que una inspiración a vivir, escribir y pintar.

 

De cerca

II

Llegas. Me miras con miedo, y pena a la vez.

Me cuestionas.

 

Te acorralo.

Te reclamo.

Te sumo.

Te resto.

Multiplico y divido, y ahí sigues, mortal irresistible.

 

En los días que te llevan, te amarro cerca mientras te dibujo de 100 maneras.

Te coloreo de mil colores.

Te arrullo en mis brazos y acaricio tu rostro.

Vas cayendo en un profundo y lejano sueño.

Todo vale por no dejarte embarcar.

 

En los días que te espero, te abrazo con ansias. Te beso. Espabilo tus pies para al fin partir.

 

Te prevengo antes del viaje: “No te acerques mucho, temo perder la inspiración.”

“Tócame de lejos”,

( Te imploro en alta voz).

 

 

Mientras escapamos a Wonderland bajo una lluvia que nos une,

no miro más hacia atrás.

© Daymé García

 

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