Archivo mensual: noviembre 2011

De ardores

Sentí en mis pies una sacudida de ardor después de la hermosa mañana que me había regalado  y la cual sin vacilaciones, había decido conquistar aquel día.  La arena, que había dado vueltas sin remordimientos  dentro de mis dedos, quemaba mi piel.  Lo vinculé en aquel momento  con el ardor que sentí en mi pecho el día que supe mi abuelo había muerto. Arde aquí adentro,  el adiós que nunca pudo darme. Arde el abrazo de la amiga que nunca mas volví a ver. Arden los sueños rotos y que poco a poco voy tratando de reconstruir. Arde irónicamente también, tratar de rehacerlos. Arde la perdida de la inocencia,  como ángeles muertos. Arden los amaneceres en cautiverio. Arde un beso de despedida. Arden las traiciones desnudas. Arden las promesas profanadas….Regresé de esa nube dudosa en la que me había subido y evadí  los ardores del alma.  Eche un vistazo hacia abajo, y recordé entonces que era solo arena en mis extremidades.  Los zarandeé un poco y seguí andando.

 

© Daymé García

Noviembre 25,2011

Miami Beach, FL

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Carta a Federico

Querido Federico,

Se me explotaron  los sesos de tanto pensarte  durante todos  aquellos años en mi niñez. Aún después de tanto tiempo recuerdo claramente tu pelo entre mostaza y rojo. Tu cuerpecito de soldadito de plomo y tu nariz aguileña. Quiero que sepas que te culpo de todos mis fracasos amorosos. Los que ya pasaron y los que han de suceder. Gracias a aquellas arremetidas de patadas bajo la mesa del círculo infantil desarrollé  el gusto por los amores tormentosos. ¡Ah! Olvidé también mencionar los empujones en el parque  a la hora del recreo, donde te robé el primer beso (el único que pude darte). Me confundiste, Federico. Me hiciste creer que cuando los hombres me rechazan o me maltratan es porque me quieren. Debido a eso, los últimos seis novios que he tenido me han puesto órdenes de restricción para evitar que me les acerque. Pero yo vivo convencida que sí te gusté, sólo que eras muy tímido e incluso hasta cobarde porque no tuviste el valor suficiente de aceptarlo. Bueno, ya me despido por hoy,  es cuestión de tiempo que te encuentre y pueda darte esta carta en persona. Debo marcharme, pasaré por afuera de casa de mi nuevo enamorado, porque hace dos horas no contesta las llamadas y eso me tiene inquieta.

Besos y abrazos siempre.

 

PD: Ya sé que te mudaste a Miami, como yo. Eso me hizo muy, muy feliz. Y le he pagado a un investigador privado para que te encuentre.

 

© Daymé García

Miami Springs, FL

Noviembre 26, 2011  10:05 pm

 

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Amigo;

No envidio tu flamante auto

Ni el moderno barroquismo

De tu residencia;

Ni el enceguecido brillo de tus zapatos;

Ni el pesado reloj que adorna tu muñeca;

Ni los eslabones dorados

Que cuelgan de tu cuello

Con un burlado Jesucristo en su extremo;

Ni la complejidad

De tus vacías prendas de vestir;

Ni el rayo de luz dorada

Que tu dentadura  dispara

Cuando te crees riendo;

Ni el vientre hinchado de tu billetera;

Ni la tersura de tu cutis

Y el ébano de tus cabellos…

 No envidio, amigo,

Ni siquiera,

La semidesnuda y enloquecedora belleza

De tu esposa…

Nada de eso envidio: Solo envidio, y mucho,

El estrechón de manos de tu padre

Y sus palabras: – que tengas suerte, mi’jo-

Y los menudos pedazos

Del silencio que rompen tus hijos y nietos

Con su incomparable algarabía

Al final de cada jornada…

¡Eso sí mi amigo,

Te lo envidio!

¡Y mucho!

 © Miguel Ángel García

Pinar del Río, Cuba

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Súplica

El tiempo que duró la vida

Solo me permití reflejar 

Mi vanidad en el espejo

Del mapa de mis días

Ya no me queda nada

 

A ustedes  hijos

Que desterré de mi cariño

Perdonadme

Perdonad mi abandono

e inconsciencia

Perdonad mi desamor

Os ruego misericordia

 

Sepan que el camino no ha sido fácil

Que ha vivido en mi pecho un amor podrido

Sus rostros me han perseguido en mis sueños

Sus  pequeñas manos han sido lanzas amenazantes a la libertad

 

Sepan que mis pasos

Han dejado huellas sangrientas

De tanta culpabilidad

Que mi almohada ha guardado

Ríos de aguas saladas

En todos los años que les di la espalda

 

Hoy en este lecho de muerte

Que cercena como témpano de hielo

Perdonad hijos míos

Perdonad mi descuido

 

Es un grito despiadado del alma

Que ya descuelga los lazos latentes de este mundo

Tengan piedad

 

Perdonadme, les imploro

Yo solamente los parí

 

© Daymé García Rodríguez

Miami, FL

11/20-21/2011

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De los días como un girasol

 

Llegaba alegre e impetuosamente, arrebatándome besos del centro de mi universo.

Fue ahí cuando me convertí en su girasol. Me regaba a diario con dulzura y esperanza, sembrando frescos sueños por emprender. Una que otra noche, llego a mi puerta implorándome con rosas la entrada.

Fueron esos días mis pétalos suaves,  siempre y cuando amaneciera entre sus brazos. Mis ojos, semillas más claras que la Luna. Mi tallo, el cual  tomó prestado por instantes, eran mis fuertes y rápidas piernas, para socorrerlo si me necesitaba. Los verdes brazos que me quedan fueron,  un día,  junto con mi cabello, nuestro tibio lecho de amor. Mis pechos y mi sexo, su manjar de sedativas aguas en las noche cuando  llegaba sin previo aviso sintiéndose derrotado. Era mi piel su brújula; su camino y su única verdad. Mi cintura,  su guarida, donde solía refugiarse como un velero en los días de tormenta.

Una noche ya no apareció más por el jardín de mi vida. Desde entonces, nunca más alumbro el sol. El alma, arraigada y necia raíz la cual era tan cristalina como agua del arroyo, me abandonó quedándose a su lado en las penumbras de su habitación. Y fue así, colgados tras la puerta del olvido, que quedaron mis días como girasol.

© Daymé García

Miami, FL

11/21/11

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Ya tengo un nuevo amigo,

Muy fiel , para alegrar mi corazón:

Ahora tengo dos perros, mi inseparable soledad y un bastón…

Apoyándome en él, cada nueva mañana y en mi sombreado jardín

Hago crecer alegremente rosas, orquídeas, claveles y un jazmín…

Y así pasarán los días; y los meses; y así pasarán los años…

Y así acabará mi vida, llena de risas, de llantos, de amores y desengaños…

Y cuando llegue mi final;

 Cuando me dejen solo en un oscuro panteón,

En mi eterna soledad pensaré calladamente:

¡¿Que será de mi bastón?!

 

© Miguel Ángel García

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Carpe diem

… and as I LIVE,

I dance with DEATH.

 

 

 

 

© Daymé García

11.11.11

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Te extraño

En cada minuto que no te veo

Hasta ver morir el día

En la comida ausente

Sobre tu cubierto a la hora de cenar

En el jabón que no muere

Porque no estas

Te extraño

En la novela  del medio día

Y en el hueco vacio

Que se dibuja en mi cama

En la toalla sin humedad

De tu aromática lluvia

Y en estas solitarias y frías

Madrugadas de un extraño verano

Te extraño

En cada muerte

 De todas las semanas

Simplemente

Te extraño

Pues sería una extrañeza

No poderte extrañar.

© Miguel Ángel García

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Lo único que pido es que me crean:

Digo

Que de mi puerta al frente no existe otro mundo;

Digo

Que mi mundo rota y se traslada

Desde el interior de mi cuarto

Y en el interior de mis venas;

Digo

Y eso si que siempre lo diré,

Que los amigos andan colgando

En cualquier museo

Y en añejos pergaminos…

Pudiera decir ahora,

Con el tamaño de mi razón

Y desde el interior de mi mundo

Compuesto de cuatro viejas paredes,

Que,

Abrazado a mi soledad

Donde dos perros y un gato escandalizan

Para espantar

El silencio de mi interior,

Que sigo aquí,

Impasible,

Mirando la puerta donde mas allá de su umbral

Existe otro mundo;

Un mundo que nunca podrá ser mío

Pero nunca,

Tampoco,

Será de ustedes…

© Miguel Ángel García

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En aquel espacio entre el olvido

 

Esta manera de olvidarte, se va convirtiendo ya en una costumbre.

Y la comparo a un viaje.

A un viaje del que gustosamente regreso cuando me apetece.

Es como llegar a casa después de un largo tiempo fuera y encontrarse

Con que todo está en su sitio,

Como antes de partir

En cada historia de domingo, aun sin contar.

El buda sobre la repisa.

Mis girasoles en tu mesa de noche.

La guitarra bajo la cama.

Los mismos libros en el librero.

Tus pinturas dentro del closet.

Nuestras dos tazas de café, en el aparador.

Como siempre ha sido.

Como ha de ser.

El colchón que me aclama.

Y también tu cuerpo.

Retumbo en tus labios.

 Y me veo, reteniéndote en mis brazos como antiguamente.

Te encuentro en mis lágrimas, que correrán por mis mejillas después de cada espasmo.

En cada caricia por la espalda,

En cada entrelazar de manos.

Y es que esta manera de olvidarte

Ya se va convirtiendo mi modo de vivir.

© Daymé García

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